¡Llegaron las elecciones! Todos en el pueblo estaban eufóricos porque después de unos largos cuatro años, de nuevo todos saldrían a escoger a su siguiente Alcalde.
¡Por fin tendremos algo de comida! Dijo una señora. ¡Trabajo! Gritó un hombre con sus ropas totalmente desteñidas y desgastadas.
Manzanares, un hermoso pueblo trabajador, dedicado a la producción de vinos, está totalmente en la miseria, las casas se caen a pedazos, no hay empleo, no hay vías para las carrozas. La gente tiene que salir a las calles a vender productos que hacen en sus casas. La plaza de mercado yace abandonada porque no hay que cosas que vender ni gente que compre.
Los impuestos son cada año muchos más, y mucho más altos. La gente se está muriendo de hambre. Es el único pueblo de la región donde no hay ratas, porque hasta ellas emigraron al ver que no había nada que pudieran roer.
El alcalde se pasea por las desgastadas calles del pueblo en su carroza bañada en oro, comiendo los mejores quesos, las frutas más apetecidas y frescas y con su abanico hecho con plumas de pavo real. Todos lo hacen reverencia por cada lugar que toca la carroza del primer mandatario de manzanares.
-- ¡Manzanares! recuerden votar por mí hijo para las próximas elecciones. Él es tan eficiente como yo. Nada les faltará — Dice el alcalde mientras se arroja una uva a la boca.
Todos le dan una respuesta positiva: — Claro que sí señor alcalde, todo lo que usted hace es por el bien de nuestro pueblo. Todo el dinero que recoge de nuestros impuestos se ha invertido para nuestro beneficio. Gracias Alcalde. — Dice una noble anciana mientras comparte un trozo de pan con su lánguido perro.
Mientras pasa todo esto, su nieto sale de la casa y con cara de sorprendido y enojado dice:
-- ¿Qué les pasa pueblo? ¿No ven a su alrededor? Todo está por el suelo, toquen sus casas y verán que están que se caen ¿Se acuerdan de la última vez que comieron carne? ¿Recuerdan cuándo fue la última vez que vendieron un vino? Miren su ropa, esculquen en sus bolsillos a ver si encuentran al menos una moneda de bronce. Los dueños de la panadería son familiares del alcalde, los de la ferretería, los que venden el agua, los que alquilan las carrozas también. ¡No más! Todo es claro: Con solo ver su forma de vivir sabemos que todo lo que tiene es a costilla nuestra. Con base en nuestro sudor, nuestras lágrimas, nuestras noches sin comer al menos un pedazo de pan con agua. Muchos niños han muerto por culpa de este sujeto que lo único que hace es robar. Todos se alegran de que lleguen las elecciones porque los candidatos nos darán comida, ropa, empleo temporal, y los sentiremos cerca al menos por un tiempo, porque en el lapso que son elegidos solo los vemos cuando tienen que anunciar más impuestos. Solo hay dos candidatos: Uno es su hijo y el otro es su secretario personal ¿Permitiremos que sigan viviendo recostados en nuestro sufrimiento?
El pueblo quedó en silencio, nadie se inmutaba, se miraban unos a otros procesando las palabras de aquel enardecido chico.
-- Tienes razón muchacho — Dice un anciano desde la puerta de su casa.
El pueblo al unísono dice:
-- ¡Fuera ladrón! ¡Fuera! ¡Fuera!
Los guardias del mandatario tienen que intervenir para que no fuera golpeado ante el bravío reaccionar de la gente. La carroza fue golpeada y tumbada. Las uvas, manzanas y peras, junto a los quesos se cayeron al suelo mientras la gente los recogía.
-- Vámonos, la chusma abrió los ojos — Grita el asustadísimo alcalde a su esposa.
El chico que comenzó la revuelta, se sube a un árbol y alimenta más el fervor de la población:
-- ¡No vamos a votar por nadie! Manzanares merece liderazgo y no aprovechados.
De nuevo el pueblo al unísono se manifiesta:
-- ¡No a las elecciones! ¡No a las elecciones!
El día de las votaciones, solo la familia del entonces incompetente gobernante asistió a las urnas.
-- Mucho mejor, las elecciones se declararán desiertas y yo seguiré gobernando Jajajaja
Sin embargo, la cosa no acabaría allí: La multitud, con maletas en mano, se disponía a salir del pueblo a lugares cercanos. Allí no había nada. Las casas se estaban cayendo, no había empleo, nadie hacía vinos por falta de materia prima y por ende las poblaciones vecinas no compraban. Nada los amarraba al lugar que los vio nacer.
-- Volveremos cuando Manzanares sea libre de sanguijuelas chupasangre — Grita el chico a la multitud alzando sus brazos como político que gana los comicios.
En menos de una hora, el pueblo quedó totalmente desierto.
El alcalde, vio las consecuencias unos meses después. Ya no tenía a quién cobrarle impuestos, ya no tenía comida en su gran alacena. Su ropa también estaba desgastada, el pan se había terminado unos días atrás… Y le faltaba lo más importante: Gente a quien humillar, a quien mirar por encima del hombro. Le faltaba quién le hiciera reverencia. Lo había perdido todo.
Al final él y su familia se rindieron ante la soledad y el hambre, salieron del palacio municipal y en su carroza que halaba un débil caballo. Corrieron para escapar de las adversidades.
Unos días después, todo el pueblo regresó. No hubo elecciones: Manzanares escogió por unanimidad como primer mandatario de la población al chico que supo cómo ser la luz al final del túnel en sus ojos. Hoy es el alcalde más joven de toda la provincia.
Es tanta su humildad, que no vive en el palacio municipal, sino en la antigua casa junto a su abuela. El lugar donde antes vivía el corrupto alcalde, se adecuó como plaza de mercado. Los vinos manzanareños volvieron a ser los más famosos de la región, y la economía resurgió… Ah, y las ratas también regresaron al pueblo.
En la plaza principal hay un cartel que dice:
“La democracia no es nada sin el pueblo. La opresión y la injusticia sobreviven hasta que la valentía despierta”
Lugares como Manzanares hay muchos en el mundo, personas como ese alcalde también. Todos podemos ser ese chico, abramos los ojos: El pueblo es mayoría, nosotros mandamos. La tierra en que vivimos es de nosotros, de nosotros morirá.
Miguel Alcalá
¡Por fin tendremos algo de comida! Dijo una señora. ¡Trabajo! Gritó un hombre con sus ropas totalmente desteñidas y desgastadas.
Manzanares, un hermoso pueblo trabajador, dedicado a la producción de vinos, está totalmente en la miseria, las casas se caen a pedazos, no hay empleo, no hay vías para las carrozas. La gente tiene que salir a las calles a vender productos que hacen en sus casas. La plaza de mercado yace abandonada porque no hay que cosas que vender ni gente que compre.
Los impuestos son cada año muchos más, y mucho más altos. La gente se está muriendo de hambre. Es el único pueblo de la región donde no hay ratas, porque hasta ellas emigraron al ver que no había nada que pudieran roer.
El alcalde se pasea por las desgastadas calles del pueblo en su carroza bañada en oro, comiendo los mejores quesos, las frutas más apetecidas y frescas y con su abanico hecho con plumas de pavo real. Todos lo hacen reverencia por cada lugar que toca la carroza del primer mandatario de manzanares.
-- ¡Manzanares! recuerden votar por mí hijo para las próximas elecciones. Él es tan eficiente como yo. Nada les faltará — Dice el alcalde mientras se arroja una uva a la boca.
Todos le dan una respuesta positiva: — Claro que sí señor alcalde, todo lo que usted hace es por el bien de nuestro pueblo. Todo el dinero que recoge de nuestros impuestos se ha invertido para nuestro beneficio. Gracias Alcalde. — Dice una noble anciana mientras comparte un trozo de pan con su lánguido perro.
Mientras pasa todo esto, su nieto sale de la casa y con cara de sorprendido y enojado dice:
-- ¿Qué les pasa pueblo? ¿No ven a su alrededor? Todo está por el suelo, toquen sus casas y verán que están que se caen ¿Se acuerdan de la última vez que comieron carne? ¿Recuerdan cuándo fue la última vez que vendieron un vino? Miren su ropa, esculquen en sus bolsillos a ver si encuentran al menos una moneda de bronce. Los dueños de la panadería son familiares del alcalde, los de la ferretería, los que venden el agua, los que alquilan las carrozas también. ¡No más! Todo es claro: Con solo ver su forma de vivir sabemos que todo lo que tiene es a costilla nuestra. Con base en nuestro sudor, nuestras lágrimas, nuestras noches sin comer al menos un pedazo de pan con agua. Muchos niños han muerto por culpa de este sujeto que lo único que hace es robar. Todos se alegran de que lleguen las elecciones porque los candidatos nos darán comida, ropa, empleo temporal, y los sentiremos cerca al menos por un tiempo, porque en el lapso que son elegidos solo los vemos cuando tienen que anunciar más impuestos. Solo hay dos candidatos: Uno es su hijo y el otro es su secretario personal ¿Permitiremos que sigan viviendo recostados en nuestro sufrimiento?
El pueblo quedó en silencio, nadie se inmutaba, se miraban unos a otros procesando las palabras de aquel enardecido chico.
-- Tienes razón muchacho — Dice un anciano desde la puerta de su casa.
El pueblo al unísono dice:
-- ¡Fuera ladrón! ¡Fuera! ¡Fuera!
Los guardias del mandatario tienen que intervenir para que no fuera golpeado ante el bravío reaccionar de la gente. La carroza fue golpeada y tumbada. Las uvas, manzanas y peras, junto a los quesos se cayeron al suelo mientras la gente los recogía.
-- Vámonos, la chusma abrió los ojos — Grita el asustadísimo alcalde a su esposa.
El chico que comenzó la revuelta, se sube a un árbol y alimenta más el fervor de la población:
-- ¡No vamos a votar por nadie! Manzanares merece liderazgo y no aprovechados.
De nuevo el pueblo al unísono se manifiesta:
-- ¡No a las elecciones! ¡No a las elecciones!
El día de las votaciones, solo la familia del entonces incompetente gobernante asistió a las urnas.
-- Mucho mejor, las elecciones se declararán desiertas y yo seguiré gobernando Jajajaja
Sin embargo, la cosa no acabaría allí: La multitud, con maletas en mano, se disponía a salir del pueblo a lugares cercanos. Allí no había nada. Las casas se estaban cayendo, no había empleo, nadie hacía vinos por falta de materia prima y por ende las poblaciones vecinas no compraban. Nada los amarraba al lugar que los vio nacer.
-- Volveremos cuando Manzanares sea libre de sanguijuelas chupasangre — Grita el chico a la multitud alzando sus brazos como político que gana los comicios.
En menos de una hora, el pueblo quedó totalmente desierto.
El alcalde, vio las consecuencias unos meses después. Ya no tenía a quién cobrarle impuestos, ya no tenía comida en su gran alacena. Su ropa también estaba desgastada, el pan se había terminado unos días atrás… Y le faltaba lo más importante: Gente a quien humillar, a quien mirar por encima del hombro. Le faltaba quién le hiciera reverencia. Lo había perdido todo.
Al final él y su familia se rindieron ante la soledad y el hambre, salieron del palacio municipal y en su carroza que halaba un débil caballo. Corrieron para escapar de las adversidades.
Unos días después, todo el pueblo regresó. No hubo elecciones: Manzanares escogió por unanimidad como primer mandatario de la población al chico que supo cómo ser la luz al final del túnel en sus ojos. Hoy es el alcalde más joven de toda la provincia.
Es tanta su humildad, que no vive en el palacio municipal, sino en la antigua casa junto a su abuela. El lugar donde antes vivía el corrupto alcalde, se adecuó como plaza de mercado. Los vinos manzanareños volvieron a ser los más famosos de la región, y la economía resurgió… Ah, y las ratas también regresaron al pueblo.
En la plaza principal hay un cartel que dice:
“La democracia no es nada sin el pueblo. La opresión y la injusticia sobreviven hasta que la valentía despierta”
Lugares como Manzanares hay muchos en el mundo, personas como ese alcalde también. Todos podemos ser ese chico, abramos los ojos: El pueblo es mayoría, nosotros mandamos. La tierra en que vivimos es de nosotros, de nosotros morirá.
Miguel Alcalá