Todo parece ser más contundente para nuestras mentes cuando interviene el hermoso mundo del placer, ese donde muchos quieren vivir por la eternidad, dando gracias a los cielos por tan maravilloso invento de la procreación, y que en ocasiones parece confundirse entre la vulgaridad, perversión y oscuros deseos carnales que llevan a la destrucción de la vida. Pero este relato no es así. Karim, es una fémina educadora del área de ética y valores, lujuriosa mentalmente que sabe manejar a profundidad el poder de la imaginación, esa misma que la hace existir. Karim se convierte en el puente del deseo, la mediadora entre la satisfacción de la piel y la fuerza del placer… esa que doblega nuestra voluntad.
Dante, un joven de último año del Instituto Landon; El único alumno que logró comprobar el placentero poder de la profesora Karim de forma casi solitaria. Gozaba de tener sangre nórdica por su parte de su padre, y esto le daba una actitud holgada y casi pedante, algo que le traía admiradores y detractores de su éxito colegial en partes iguales. Un chico muy sagaz académicamente, pero muy dubitativo a la hora de introducirse en temas comunes de la vida, entre esos el empalagoso, doloroso pero necesario: amor.
Dante vivía profundamente maravillado con los beneficios físicos que la naturaleza había brindado con mucha delicadeza para dibujar cada parte del cuerpo de Hanna (compañera de clases), una hermosa rubia, que combinaba la dulzura de su rostro con unas pecas que parecían haber sido puestas perfectamente por alguien. Sin embargo Hanna no gozaba de las mismas capacidades en conocimiento ni rendimiento en el instituto que Dante, al contrario, era una de las alumnas que dejaba mucho que desear en su libreta de resultados.
El chico le daba gracias al cielo por todos los días poder admirar la naturaleza de aquella joven, que lastimosamente, ignoraba la profunda idolatría a su belleza que el chico nórdico profesaba por ella; Es más, Hanna pertenecía a la larga lista de detractores de Dante, y siempre que tenía la oportunidad, lo ridiculizaba sin piedad.
En uno de los tantos textos amorosos que Dante dedicó para con su inspiración (Hanna) se extrajo este fragmento:
“Oh bella rosa amarilla, que riega los valles de mis ojos día a día
Quisiera poder tener un poco de tu atención aunque mis más preciados bienes dar tendría
No sé por qué me señalas, no sé por qué me atormentas, si en mi corazón y en mis deseos, minuto a minuto te adentras”
No se puede negar del gran talento que el joven tenía a la hora de pensar en su amada. No se guardaba elogios para con ella, aunque esta prestara más atención a su peinado que a las profundas y enamoradas miradas de Dante.
Eran las 10 de la mañana, la clase de turno era Ética y valores, por ende nuestra instructora del placer Karim, entrará en escena.
Las cosas iban como comúnmente se presentaban, nada alteraba el orden de la clase cuando nuestra protagonista, encajando en su papel de educadora, lanzó una pregunta para ver quién tenía la fortuna de responderla para engrosar la motivación principal de un alumno: las notas.
- ¿Cuál es el valor que ustedes le dan… Al amor?
En ese momento, Dante se paró de su asiento cual resorte de colchón y se preparó para responder aquella interrogante.
- El amor es… sentir una llama intensa en el pecho al observar eso que nos llena de pensamientos hermosos, eso que solo se compara con contemplar el mar junto al ocaso. (Esto lo decía mientras miraba a Hanna)
Pensando que por fin había penetrado la atención de su chica, Dante se dispuso a sentarse junto a una gran sonrisa que se dibujaba en su rostro.
Pero algo inesperado ocurrió. Hanna se levantó de su pupitre y señaló en forma airada:
- Dante, como siempre tú y tus populares estupideces, para quedar bien ante los maestros… ¿qué te pasa chico semiextranjero, el olor de los libros que lees en la biblioteca del instituto en donde solo entran los ratones, te están haciendo alucinar cosas? Vete a comer queso.
Todos se unieron en carcajadas. Menos Dante por supuesto. Mientras tanto Karim sonrió y miró fijamente a Hanna; ella sabía que era la hora de intervenir.
La clase acabó y todos salieron a tomar los 30 minutos de descanso que brindaba el centro educativo. Dante se encontraba sentado en uno de los jardines, totalmente solo, recordando con decepción aquella escena burlesca de su gran amor. Al mismo tiempo, los demás reían y exaltaban la intervención de Hanna.
Karim se acercó lentamente a donde se encontraba el decepcionado chico, se sentó a su lado y le dijo:
- No te sientas triste, a veces las mujeres nos sentimos bien al ser las causantes de las desgracias ajenas.
- Pero maestra ¿Yo que le he hecho a Hanna para que me trate de esta manera tan vil? – Respondió arrugando la cara.
- ¿Te gustaría que algún día fuera tuya? Inquirió Karim
- Daría lo que fuera por tenerla junto a mí aunque sea un minuto. Para leerle los poemas que le he escrito, para decirle lo mucho que me atrae… - Dijo el acongojado Dante.
- No quiero ser ave de mal agüero, pero eso solo pasará en tu imaginación. Ahí puedes ser el dueño de todo lo que pase, de todo lo que quieras hacer con Hanna. – Karim se levantó, se limpió su falda y se marchó.
Dante no prestó mucha atención a las palabras de la maestra e hizo caso omiso a lo que podrían significar. A lo que podría suceder unos minutos después.
Eran las 12 del día y las clases del día estaban llegando a su final. El timbre sonó y todos los alumnos empezaron a evacuar el instituto Landon. Karim se recostó en la puerta para impedir la salida de dos de ellos: Hanna y Dante.
El primero en ser atajado fue el chico nórdico, y unos minutos después la bella rubia.
- Vengan, quiero que ambos tengan claro unas instrucciones que quiero darles para que se las compartan a sus compañeros y compañeras… No les va a tomar más de un minuto.
Ambos se miraron a la cara (Hanna lo hizo con desprecio) y siguieron a la maestra Karim hacia el salón de música.
- Siéntense – Les dijo la maestra mientras se recostaba en el escritorio de profesor.
- A ver, ustedes dos me han dejado claro que son polos apuestos. Y eso de verdad me encanta… Me excita.
Hanna y Dante se miraron de reojo con un toque de duda. No sabían a qué se debían las palabras de la maestra Karim.
- Hanna, ven... Pon tu silla al frente de la de Dante, quiero que hagan un ejercicio. – La rubia hizo caso sin chistar.
- ¿Dante, tienes los poemas que me dijiste que habías escrito para Hanna?
- ¿Qué? ¿Poemas? –Replicó la chica, que estaba muy confundida
- ¿Los tienes o no? – Refutó Karim
- Sí.. – Contestó Dante tímidamente.
- Bueno, quiero que se los leas a Hanna, uno tras otro, sin parar.
- ¿Esto qué es maestra? Esto no es ninguna instrucción, quiero irme a mi casa.
- ¡Comienza a leer Dante! Gritó Karim.
- “Eres como pétalos de rosa, eres esa mujer que como Atenea es una diosa…” – Dante comenzó a recitar los versos que tenía anotados en una pequeña agenda, mientras Hanna comenzaba a tener otra actitud, totalmente diferente.
- “Como estrellas en el cielo, tus ojos caerían, no quiero ser más que tu compañía, en las noches de alegría…” Dante continuaba declamando sus poemas, mientras Karim observaba a Hanna.
- ¡Más fuerte Dante! Esto era lo que querías ¿no? Dale, demuéstrale que tú existes.
Mientras Karim decía esto Hanna empezó a sudar, se soltó el cabello y procedió a tocarse sus pechos, mientras cerraba los ojos y se mordía los labios-
- “Quisiera ser más que tu acompañante en la aventura del conocimiento, quisiera ser el que en las noches perturbe tu sueño…”
Cuándo más aumentaban los versos y la intensidad de los mismos, Hanna exploraba más su cuerpo, hasta que uno la hizo llegar al clímax
- “He querido ser tu protector, he querido ser tu dueño, pero solo he logrado tenerte en los más intensos sueños…" Hanna bajó su mano derecha de los pechos y la introdujo en su falda, y con su dedo comenzó a hacer movimientos de adentro hacia afuera, diciendo obscenidades que jamás pensaron escuchar de aquella hermosa joven.
- ¡Más, más! ¡No pares Dante! Ohhhhh, qué delicioso, veo el cielo, esto es más de lo que pensé.
Toda la escena era observada con una satisfacción difícil de ocultar por parte de Karim.
Hanna no soportó más y llegó al final de su placer, quedó tendida en el suelo, con sus dedos húmedos, ojos desorbitados y su piel completamente sudada. Dante se detuvo en su recital y observó cómo Karim se le acercaba:
- Te dije, que la imaginación era el único lugar donde Hanna podía ser solo tuya… Yo solo quería ayudarte. – Mientras decía esto, cogió sus libros y se marchó. Al mismo tiempo que una densa niebla se posó sobre los ojos de Dante.
Dante despertó en la enfermería del instituto
- ¡Está despertando! – dijo alguien mientras el estudioso chico reaccionaba.
Cuando lo hizo vio de frente a Karim, se levantó de la camilla y le dijo.
- ¡La voy a acusar! ¿Dónde está Hanna? ¡Usted es una enferma sexual!
- ¿Qué te pasa Dante? Hanna se fue del instituto hace más de media hora. Tú te desmayaste cuando ibas saliendo. ¿Estás comiendo bien?
Cuando él escuchó esto, se sintió más confundido aún. Todo había sido un sueño. Pero él se encontraba sudando y con las pulsaciones a mil. Dante sentía que todo había sido real.
- Disculpa, ahora que sé que te encuentras bien, te tengo que dejar. Una reunión con el director me espera. – Dijo Karim, mientras cogía sus libros de la misma manera que lo hizo en el “sueño”, y le hizo un guiño a Dante.
Mientras se marchaba, sonrío y miró al frente. Ella sabía que nada había sido un sueño, ella sabía que solo la imaginación podía hacerla existir.
Ahora el turno era para el director…
Dante, un joven de último año del Instituto Landon; El único alumno que logró comprobar el placentero poder de la profesora Karim de forma casi solitaria. Gozaba de tener sangre nórdica por su parte de su padre, y esto le daba una actitud holgada y casi pedante, algo que le traía admiradores y detractores de su éxito colegial en partes iguales. Un chico muy sagaz académicamente, pero muy dubitativo a la hora de introducirse en temas comunes de la vida, entre esos el empalagoso, doloroso pero necesario: amor.
Dante vivía profundamente maravillado con los beneficios físicos que la naturaleza había brindado con mucha delicadeza para dibujar cada parte del cuerpo de Hanna (compañera de clases), una hermosa rubia, que combinaba la dulzura de su rostro con unas pecas que parecían haber sido puestas perfectamente por alguien. Sin embargo Hanna no gozaba de las mismas capacidades en conocimiento ni rendimiento en el instituto que Dante, al contrario, era una de las alumnas que dejaba mucho que desear en su libreta de resultados.
El chico le daba gracias al cielo por todos los días poder admirar la naturaleza de aquella joven, que lastimosamente, ignoraba la profunda idolatría a su belleza que el chico nórdico profesaba por ella; Es más, Hanna pertenecía a la larga lista de detractores de Dante, y siempre que tenía la oportunidad, lo ridiculizaba sin piedad.
En uno de los tantos textos amorosos que Dante dedicó para con su inspiración (Hanna) se extrajo este fragmento:
“Oh bella rosa amarilla, que riega los valles de mis ojos día a día
Quisiera poder tener un poco de tu atención aunque mis más preciados bienes dar tendría
No sé por qué me señalas, no sé por qué me atormentas, si en mi corazón y en mis deseos, minuto a minuto te adentras”
No se puede negar del gran talento que el joven tenía a la hora de pensar en su amada. No se guardaba elogios para con ella, aunque esta prestara más atención a su peinado que a las profundas y enamoradas miradas de Dante.
Eran las 10 de la mañana, la clase de turno era Ética y valores, por ende nuestra instructora del placer Karim, entrará en escena.
Las cosas iban como comúnmente se presentaban, nada alteraba el orden de la clase cuando nuestra protagonista, encajando en su papel de educadora, lanzó una pregunta para ver quién tenía la fortuna de responderla para engrosar la motivación principal de un alumno: las notas.
- ¿Cuál es el valor que ustedes le dan… Al amor?
En ese momento, Dante se paró de su asiento cual resorte de colchón y se preparó para responder aquella interrogante.
- El amor es… sentir una llama intensa en el pecho al observar eso que nos llena de pensamientos hermosos, eso que solo se compara con contemplar el mar junto al ocaso. (Esto lo decía mientras miraba a Hanna)
Pensando que por fin había penetrado la atención de su chica, Dante se dispuso a sentarse junto a una gran sonrisa que se dibujaba en su rostro.
Pero algo inesperado ocurrió. Hanna se levantó de su pupitre y señaló en forma airada:
- Dante, como siempre tú y tus populares estupideces, para quedar bien ante los maestros… ¿qué te pasa chico semiextranjero, el olor de los libros que lees en la biblioteca del instituto en donde solo entran los ratones, te están haciendo alucinar cosas? Vete a comer queso.
Todos se unieron en carcajadas. Menos Dante por supuesto. Mientras tanto Karim sonrió y miró fijamente a Hanna; ella sabía que era la hora de intervenir.
La clase acabó y todos salieron a tomar los 30 minutos de descanso que brindaba el centro educativo. Dante se encontraba sentado en uno de los jardines, totalmente solo, recordando con decepción aquella escena burlesca de su gran amor. Al mismo tiempo, los demás reían y exaltaban la intervención de Hanna.
Karim se acercó lentamente a donde se encontraba el decepcionado chico, se sentó a su lado y le dijo:
- No te sientas triste, a veces las mujeres nos sentimos bien al ser las causantes de las desgracias ajenas.
- Pero maestra ¿Yo que le he hecho a Hanna para que me trate de esta manera tan vil? – Respondió arrugando la cara.
- ¿Te gustaría que algún día fuera tuya? Inquirió Karim
- Daría lo que fuera por tenerla junto a mí aunque sea un minuto. Para leerle los poemas que le he escrito, para decirle lo mucho que me atrae… - Dijo el acongojado Dante.
- No quiero ser ave de mal agüero, pero eso solo pasará en tu imaginación. Ahí puedes ser el dueño de todo lo que pase, de todo lo que quieras hacer con Hanna. – Karim se levantó, se limpió su falda y se marchó.
Dante no prestó mucha atención a las palabras de la maestra e hizo caso omiso a lo que podrían significar. A lo que podría suceder unos minutos después.
Eran las 12 del día y las clases del día estaban llegando a su final. El timbre sonó y todos los alumnos empezaron a evacuar el instituto Landon. Karim se recostó en la puerta para impedir la salida de dos de ellos: Hanna y Dante.
El primero en ser atajado fue el chico nórdico, y unos minutos después la bella rubia.
- Vengan, quiero que ambos tengan claro unas instrucciones que quiero darles para que se las compartan a sus compañeros y compañeras… No les va a tomar más de un minuto.
Ambos se miraron a la cara (Hanna lo hizo con desprecio) y siguieron a la maestra Karim hacia el salón de música.
- Siéntense – Les dijo la maestra mientras se recostaba en el escritorio de profesor.
- A ver, ustedes dos me han dejado claro que son polos apuestos. Y eso de verdad me encanta… Me excita.
Hanna y Dante se miraron de reojo con un toque de duda. No sabían a qué se debían las palabras de la maestra Karim.
- Hanna, ven... Pon tu silla al frente de la de Dante, quiero que hagan un ejercicio. – La rubia hizo caso sin chistar.
- ¿Dante, tienes los poemas que me dijiste que habías escrito para Hanna?
- ¿Qué? ¿Poemas? –Replicó la chica, que estaba muy confundida
- ¿Los tienes o no? – Refutó Karim
- Sí.. – Contestó Dante tímidamente.
- Bueno, quiero que se los leas a Hanna, uno tras otro, sin parar.
- ¿Esto qué es maestra? Esto no es ninguna instrucción, quiero irme a mi casa.
- ¡Comienza a leer Dante! Gritó Karim.
- “Eres como pétalos de rosa, eres esa mujer que como Atenea es una diosa…” – Dante comenzó a recitar los versos que tenía anotados en una pequeña agenda, mientras Hanna comenzaba a tener otra actitud, totalmente diferente.
- “Como estrellas en el cielo, tus ojos caerían, no quiero ser más que tu compañía, en las noches de alegría…” Dante continuaba declamando sus poemas, mientras Karim observaba a Hanna.
- ¡Más fuerte Dante! Esto era lo que querías ¿no? Dale, demuéstrale que tú existes.
Mientras Karim decía esto Hanna empezó a sudar, se soltó el cabello y procedió a tocarse sus pechos, mientras cerraba los ojos y se mordía los labios-
- “Quisiera ser más que tu acompañante en la aventura del conocimiento, quisiera ser el que en las noches perturbe tu sueño…”
Cuándo más aumentaban los versos y la intensidad de los mismos, Hanna exploraba más su cuerpo, hasta que uno la hizo llegar al clímax
- “He querido ser tu protector, he querido ser tu dueño, pero solo he logrado tenerte en los más intensos sueños…" Hanna bajó su mano derecha de los pechos y la introdujo en su falda, y con su dedo comenzó a hacer movimientos de adentro hacia afuera, diciendo obscenidades que jamás pensaron escuchar de aquella hermosa joven.
- ¡Más, más! ¡No pares Dante! Ohhhhh, qué delicioso, veo el cielo, esto es más de lo que pensé.
Toda la escena era observada con una satisfacción difícil de ocultar por parte de Karim.
Hanna no soportó más y llegó al final de su placer, quedó tendida en el suelo, con sus dedos húmedos, ojos desorbitados y su piel completamente sudada. Dante se detuvo en su recital y observó cómo Karim se le acercaba:
- Te dije, que la imaginación era el único lugar donde Hanna podía ser solo tuya… Yo solo quería ayudarte. – Mientras decía esto, cogió sus libros y se marchó. Al mismo tiempo que una densa niebla se posó sobre los ojos de Dante.
Dante despertó en la enfermería del instituto
- ¡Está despertando! – dijo alguien mientras el estudioso chico reaccionaba.
Cuando lo hizo vio de frente a Karim, se levantó de la camilla y le dijo.
- ¡La voy a acusar! ¿Dónde está Hanna? ¡Usted es una enferma sexual!
- ¿Qué te pasa Dante? Hanna se fue del instituto hace más de media hora. Tú te desmayaste cuando ibas saliendo. ¿Estás comiendo bien?
Cuando él escuchó esto, se sintió más confundido aún. Todo había sido un sueño. Pero él se encontraba sudando y con las pulsaciones a mil. Dante sentía que todo había sido real.
- Disculpa, ahora que sé que te encuentras bien, te tengo que dejar. Una reunión con el director me espera. – Dijo Karim, mientras cogía sus libros de la misma manera que lo hizo en el “sueño”, y le hizo un guiño a Dante.
Mientras se marchaba, sonrío y miró al frente. Ella sabía que nada había sido un sueño, ella sabía que solo la imaginación podía hacerla existir.
Ahora el turno era para el director…