Todo está preparado. El domingo es el día preferido de Nelson, un inteligente y alegre niño de 8 años. El pequeño se alista para dar un paseo con su abuelito, ese que adora, que lo complace con sus caprichos y que tomó el lugar de su padre, que lo abandonó cuando el apenas comenzó su vida.
-- ¿Ya estás listo Nelson?
-- ¡Sí abuelito!
Ambos salieron al parque como cada domingo; entre su brazo izquierdo, Nelson lleva una pelotita de color rojo. El niño siempre escoge el mismo sabor de helado: Fresa.
Mientras saborea su helado, le cuenta a su abuelito lo bien que le va en el colegio, aunque se siente un poco triste por cosas que han pasado en la familia.
-- No te preocupes, la vida es así. Todo comienza, todo termina; lo bueno y lo malo tienen un comienzo y un final, como la vida misma — Le dice el abuelito acariciando su pelo
Nelson termina su helado y se dispone a jugar pelota con su abuelo. Invita a otros niños. Todos juegan, se divierten, se ríen. Su abuelito es arquero, de joven lo hacía muy bien, ahora cada opción es un gol asegurado. Eso no es problema, el niño siempre lo tiene en su equipo, para él es seguridad porque le da ánimo. Al final todos ganan, toman agua y se despiden acordando otro partido el siguiente domingo.
-- Cada vez juegas mejor mijito, seguramente serás el próximo Pelé o Maradona.
-- ¿Eso crees? Imagínate abue, yo corriendo en una cancha, miles de personas viéndome y tú en un palco privado haciéndome porras.
-- ¡Nelson, Nelson, Ra Ra Ra! — Canta el abuelito con emoción. Ambos ríen a carcajadas.
La tarde acaba, pero sin antes seguir el último protocolo: Siempre, “el abue” le compra al pequeño un globo de helio, y cuando llegan a casa, piden un deseo y lo dejan volar. Así lo hicieron.
Llegaron cansados y muy felices de tan espléndida tarde. Nelson tenía el globo en la mano derecha y la pelotita en el brazo izquierdo.
-- Es hora de que pidas un deseo, el que quieras, te lo regalo — Dice el anciano mirándolo a los ojos.
El niño cierra los ojitos y en su pensamiento dice: “Deseo que siempre estés conmigo”
El globo voló alto, muy alto…
En ese momento, Nelson despierta, ya es de mañana. Sale corriendo hacia la puerta sin decir nada. El niño sale, sube su mirada, se queda observando el cielo y dice:
-- Gracias abuelito, siempre cumples mis deseos, ahora me ves desde tu palco privado.
Miguel Alcalá
-- ¿Ya estás listo Nelson?
-- ¡Sí abuelito!
Ambos salieron al parque como cada domingo; entre su brazo izquierdo, Nelson lleva una pelotita de color rojo. El niño siempre escoge el mismo sabor de helado: Fresa.
Mientras saborea su helado, le cuenta a su abuelito lo bien que le va en el colegio, aunque se siente un poco triste por cosas que han pasado en la familia.
-- No te preocupes, la vida es así. Todo comienza, todo termina; lo bueno y lo malo tienen un comienzo y un final, como la vida misma — Le dice el abuelito acariciando su pelo
Nelson termina su helado y se dispone a jugar pelota con su abuelo. Invita a otros niños. Todos juegan, se divierten, se ríen. Su abuelito es arquero, de joven lo hacía muy bien, ahora cada opción es un gol asegurado. Eso no es problema, el niño siempre lo tiene en su equipo, para él es seguridad porque le da ánimo. Al final todos ganan, toman agua y se despiden acordando otro partido el siguiente domingo.
-- Cada vez juegas mejor mijito, seguramente serás el próximo Pelé o Maradona.
-- ¿Eso crees? Imagínate abue, yo corriendo en una cancha, miles de personas viéndome y tú en un palco privado haciéndome porras.
-- ¡Nelson, Nelson, Ra Ra Ra! — Canta el abuelito con emoción. Ambos ríen a carcajadas.
La tarde acaba, pero sin antes seguir el último protocolo: Siempre, “el abue” le compra al pequeño un globo de helio, y cuando llegan a casa, piden un deseo y lo dejan volar. Así lo hicieron.
Llegaron cansados y muy felices de tan espléndida tarde. Nelson tenía el globo en la mano derecha y la pelotita en el brazo izquierdo.
-- Es hora de que pidas un deseo, el que quieras, te lo regalo — Dice el anciano mirándolo a los ojos.
El niño cierra los ojitos y en su pensamiento dice: “Deseo que siempre estés conmigo”
El globo voló alto, muy alto…
En ese momento, Nelson despierta, ya es de mañana. Sale corriendo hacia la puerta sin decir nada. El niño sale, sube su mirada, se queda observando el cielo y dice:
-- Gracias abuelito, siempre cumples mis deseos, ahora me ves desde tu palco privado.
Miguel Alcalá